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miércoles, 15 de enero de 2020

LA LEYENDA DE ELAINE O LADY SHALOTT








Elaine la Justa, Dama de Shalott, llega hasta nosotros a través de la leyenda Artúrica aparentemente con un solo propósito: amar a Lanzarote y, al hacerlo, revelar la imperecedera pasión de éste por la reina de Camelot, Ginebra. Sin embargo, el gran número de versiones de su historia a lo largo del tiempo, que al parecer se inician con la novela del siglo XIII Il Novellino , obra del autor Italiano Masuccio Salernitano, ponen de manifiesto que su relato es mucho más profundo. Más allá de resaltar el amor de Lanzarote por Ginebra, Elaine representa además la pureza Artúrica, el honor y el poder que puede ejercer una mujer al sentirse herida.
La versión más popular de la historia de Elaine fue escrita en el siglo XV por el autor Inglés Sir Thomas Malory, que no inventó la historia sino que se limitó a combinar un gran número de diferentes relatos Artúricos de amor y de honor en el extenso texto, Le Morte d’Arthur (“La Muerte de Arturo”). En la versión de Sir Malory, el lector conoce a Elaine en el decimoctavo libro de la novela, justo después de la búsqueda del Santo Grial, o Sangreal como lo llama Malory.





















EL AUTOR: ANTONIO CENIZA
©CENIZA777





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PRIMERA VERSIÓN: MALORY

Aunque el Libro 18 de Le Morte d’Arthur no empieza con Elaine, se le ofrece al lector un breve resumen de las peripecias de Lanzarote desde el final de su gesta, resaltando en especial que ha reanudado su relación con la Reina Ginebra, y que el Rey Arturo está de hecho sospechando de ambos. Para evitar ser descubierto, Lanzarote se muestra esquivo con Ginebra, y esto provoca que la furiosa reina le destierre de Camelot. Tras una serie de incidentes en los que se nos muestra a Lanzarote participando en justas contra miembros de la corte del Rey Arturo, siempre bajo algún disfraz, se nos dice que Lanzarote viaja a la corte de Sir Bernard de Astolat y participa en nombre de Bernard en uno de los torneos de Arturo. Elaine, hija de Bernard, que solo ahora nos es presentada, queda prendada de él casi inmediatamente, y le solicita que lleve una prenda blanca en su honor en el torneo, a lo que él jamás habría accedido a causa de su amor infinito por la reina de Arturo. Pero esta vez, aunque oculto bajo su disfraz, acepta.
Lanzarote contemplando a Ginebra, a la que amó hasta sus últimos días, obra de Herbert James Draper, década de 1890. (Wikimedia Commons).
(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: Lanzarote contemplando a Ginebra, a la que amó hasta sus últimos días, obra de Herbert James Draper, década de 1890,Wikimedia Commons )
El torneo da comienzo y Lanzarote, como el ávido lector de historias Artúricas no se sorprenderá al descubrir, vence a los hombres de Arturo, pero resulta herido en el combate. Uno de los hijos de Bernardo, Lavaine, le lleva a un ermita para curarle, pero los acontecimientos se desarrollan de tal manera que Lanzarote acaba finalmente en los aposentos de Elaine, siendo atendido durante muchos días por ella hasta que recobra por completo su vitalidad. Ya recuperado, Lanzarote se dispone a marcharse, afligiendo terriblemente a la encandilada Elaine, que le ruega que la tome como esposa, o al menos que pase una noche con ella. Él rehúsa la oferta, pues su corazón pertenece a Ginebra, y abandona el castillo de Sir Bernard. Antes de que hayan pasado diez días, Elaine muere de tristeza.
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(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: Los hombres del Rey Arturo en un Torneo de Caballería . Imagen tomada de The Boy’s King Arthur: “La lanza de Sir Mador se hizo pedazos, mas la del otro caballero resistió”. Obra de N.C.Wyeth. 1922, Wikimedia Commons)

No obstante, la historia de la Dama no acaba con su muerte. Antes bien, Elaine había dejado a su familia instrucciones específicas acerca de cómo cuidar de su cadáver después de su fallecimiento. Les indicó que debían depositar su cuerpo inerte en una balsa con un lirio en una mano y una carta de su puño y letra en la otra, y abandonarla flotando a la deriva en el río Támesis. En este río, a su paso por Westminster, es descubierta por el Rey Arturo y su esposa la Reina Ginebra, y tras leer Lanzarote la carta, se da cuenta de que él fue la causa de su muerte. Arrasado por la culpa, paga un espléndido y costoso funeral para la muchacha, siendo más tarde, irónicamente, empujado de nuevo en brazos de Ginebra, quien, tras leer la carta de Elaine, descubre que Lanzarote se había mantenido fiel a su amor durante todo este tiempo después de su destierro. La historia de Elaine acaba aquí, con su entierro ante los hombres y mujeres de la corte de Arturo.

La Dama de Shalott llega a Camelot después de haber sido recogida del río, ya difunta, Obra de autor desconocido, realizada antes del 1887. (Wikimedia Commons)
(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: La Dama de Shalott llega a Camelot después de haber sido recogida del río, ya difunta, Obra de autor desconocido, realizada antes del 1887, Wikimedia Commons )
Aunque trágico, el personaje de Elaine se olvida a menudo como mujer esencial dentro de la mitología Artúrica. Su único propósito parece ser revelar hasta qué punto la pasión de Lanzarote por Ginebra es indestructible, aun cuando su romance con la reina era algo prohibido. Pero el corazón destrozado de Elaine de Astolat ha inspirado numerosas versiones de su historia, desde una canción que parte el corazón compuesta por Emilie Autumn al poeta del siglo XIX Sir Alfred Tennyson. La narración de Tennyson es verdaderamente la variante más destacada del relato, titulada “La Dama de Shalott”, y en ella el destino de Elaine es aún más doloroso que en la historia de Malory.

SEGUNDA VERSIÓN, RELATO DE TENNYSON:

El Paraíso Terrenal (Sir Lancelot en la Capilla del Santo Griall). Obra de Edward Burne-Jones, década de 1890. (Wikimedia Commons)
(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: El Paraíso Terrenal ,Sir Lancelot en la Capilla del Santo Griall. Obra de Edward Burne-Jones, década de 1890, Wikimedia Commons )

Lady Shalott, de quien dicen que antes fue una poderosa bruja y cuyo nombre era Elaine, vivía encerrada en la torre de un castillo situado en la isla de Shalott, isla que se encontraba muy cerca a las míticas tierras de Camelot.
Condenada por una antigua maldición a ver el mundo sólo a través de un espejo mágico, le estaba totalmente prohibido asomarse por la ventana. Así, ella podía ver lo que ocurría fuera pero nadie podía verla a ella. Las gentes del lugar tan sólo conocían su voz, el dulce y melancólico cantar que la acompañaba en su irremediable soledad. Su cantar y sus tapices…
Ocupaba sus horas tejiendo preciosos tapices en los que plasmaba todo aquello cuanto el espejo le mostraba. Conoció así no sólo Camelot sino también al Rey Arturo y a los Caballeros de la Mesa Redonda.

Pero he aquí que un día uno de ellos llamó especialmente su atención y no podía dejar de mirarlo. Era Sir Lancelot, sin duda el más gallardo y apuesto de todos los hombres al servicio del Rey Arturo. Tanto le impresionó que pronto se dio cuenta de que de él se había enamorado sin remedio y de que necesitaba verlo sin la intermediación de su espejo.
Entonces osó asomarse a la ventana y lo buscó en la lejanía… En ese preciso instante el espejo se rompió en mil pedazos mientras que por toda la estancia un viento huracanado levantó por los aires los tapices y los arrojó por la ventana profanada, cayendo por doquier. Su suerte estaba echada.
Lady Shalott huyó del castillo y subió a una barca rumbo a Camelot, esperando llegar antes que la inevitable muerte que sabía que la buscaba. Un cántico de despedida comenzó a emanar de su garganta, cántico que dejaba una estela de honda tristeza a su paso.
Cuando su pequeña embarcación llega a la orilla ya es tarde. Su cuerpo yace ya inerte. En una mano lleva un lirio y en la otra una carta escrita durante el viaje, único testigo ya de su amor desgraciado.
Cuenta que el propio Sir Lancelot, tras conocer esta triste historia, rogó, embargado de una honda emoción, por el alma de la joven Lady Shalott.

LA DAMA DE SHALOTT

Teje noche y día
una tela mágica de alegres colores.
Ha oído un susurro,
sobre ella caerá una maldición
si contempla Camelot.
 
Desconoce cuál puede ser la maldición,
y teje, pues sin parar,
sin preocuparse de nada más,
la dama de Shalott.
 
Y al pasar ante un diáfano espejo
que todo el año pende ante ella,
aparecen sombras del mundo.
Allí vive el camino
que serpentea hasta Camelot…
 
Pero se complace aún en tejer
en su tela las mágicas imágenes del espejo,
pues a menudo en las silenciosas noches
un funeral, con penachos y luces
y música, se dirigía a Camelot;
o cuando la luna lucía en el cielo,
llegaban dos jóvenes amantes recién casados.
‘Estoy cansada de sombras’,decía
la dama de Shalott.
 
Y río abajo en la oscuridad, como un audaz vidente en trance
viendo su propia desdicha:
con semblante como el cristal
contempló Camelot.
Y al ocaso
se desprendió de la cadena y yació;
las aguas del ancho cauce arrastraron de allí
a la dama de Shalott.
 
La dama de Shalott. Lord Alfred Tennyson
PODEÍS LEER EL POEMA COMPLETO EN ESTE ENLACE:

TERCERA VERSIÓN: MORT ARTU

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Aun otro relato de Elaine retrata a esta mujer de manera diferente, ni afligida ni desconsolada por su amor no correspondido, y es anterior en siglos tanto a la versión de Malory como a la de Tennyson. En Mort Artu , una variante francesa de la historia que siguió directamente a la de Salernitano, Elaine es un personaje mucho más vengativo, pues engaña a Lanzarote para que lleve su prenda en el torneo y le implica en su muerte escribiendo una muy cruel carta póstuma que se deposita sobre su cadáver. Aunque está versión fue rápidamente eclipsada por otros relatos más emotivos, su importancia radica en el poder que reside en sus personajes femeninos: en Elaine, que fue capaz de hacer que Lanzarote cediera a su capricho, y en Ginebra, ya que Lanzarote temía su reacción en caso de acceder a las pretensiones de Elaine. Este tema pierde importancia en relatos posteriores, pero no cae por completo en el olvido, ya que se culpa específicamente a Ginebra del abandono de Elaine por parte de Lanzarote en la novela de Malory.
Aunque se han escrito más historias sobre la evanescente Elaine de Astolat, las narraciones de Malory y Tennyson siguen siendo las más destacadas, pese a ser versiones radicalmente diferentes del relato de la doncella. Ambas nos hablan de un corazón destrozado y de la tristeza de un personaje cuyo lugar en la línea argumental Artúrica es corto, y en algunos aspectos, insignificante. Pese a todo, el personaje de Elaine se ha convertido en símbolo del romance Artúrico tanto como Lanzarote y Ginebra, y está considerada por muchos un icono de la pureza y la virginidad medievales.
FDO: ANTONIO CENIZA

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FUENTES:
BLOG DE ANTONIO CENIZA:
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