Con la tecnología de hoy en día, es difícil llevar al engaño a cualquiera en materia de imagen. Todos hemos visto esos videos o esas fotografías “fake” que corren tan a menudo en las redes sociales. Apariciones, sombras, espectros… las manipulaciones son habituales y nuestros ojos, ya tienen bastante rodaje como para dejarse engañar por el trucaje.Pero pongámonos en contexto. Siglo XIX, el mundo de la fotografía asomaba ya con nuevas y desconocidas técnicas, y la gente, en un contexto de postguerra, necesitaba aferrarse a cualquier cosa para volver a recordar a los suyos. Para contactar con aquellas personas que la fatalidad y los horrores de la guerra, se había llevado a ese otro mundo “casi” siempre inaccesible para los vivos.EL AUTOR: ANTONIO CENIZA
©CENIZA777
William H. Mumler y su negocio de fotografía fantasmal:
(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: William Mumler)
La Guerra Civil americana había llegado a su fin, con las horribles consecuencias que siempre conlleva todo enfrentamiento en un país propio. Vecinos contra vecinos, hermanos contra hermanos. Gente de aspiraciones diferentes pero enraizadas en una misma tierra, en una misma sangre.
Habían sido muchas las bajas y las familias desmembradas que intentaban a duras penas ir hacia delante, avanzar en un mundo cambiante que pronto encendería los motores del progreso hacia un futuro imparable en la nación americana. William H. Mumler, por su parte, era uno de esos visionarios que buscaban sacar buena tajada de ese contexto de duelo, de reconstrucción y cómo no, de oportunidades.
Tenía un negocio en auge. La fotografía. Pero veía también que existía un nuevo campo que cada vez estaba encontrando más y más adeptos, era cómo no, el espiritismo.
Ésta era una pseudociencia que estaba reuniendo bajo su seno a capas de la sociedad de todos y cada uno de los estratos. Desde los más pobres hasta los más ricos, todos ansiosos por entrar en contacto con sus muertos, con aquellos que la guerra, se había llevado tempranamente, sin permitir un adiós, una despedida apropiada con la que hacer más fáciles los días.
Era pues extraño que en cualquier ciudad de EEUU no existiera un médium asentado en una calle populosa, con su llamativo local buscando la sensibilidad y la atención de posibles clientes. Pero se dice, que entre todos aquellos farsantes (y los que no lo eran tanto), había uno cuyo negocio se destacaba del resto. Uno muy especial: por su sofisticación, por su elegancia y efectismo. Tan real que quitaba el aliento.
Estamos hablando claro está del señor William H. Mumler, quien creó a partir de 1860 un servicio de fotografía donde retrataba ni más ni menos, que a personas acompañadas de ‘sus fantasmas’. De esas personas que estaban en el más allá y que aparecían de improviso bajo la lente de las cámaras del señor Humler. Todo un reclamo, sin duda.
Aquellos, eran los días en que la fotografía avanzaba ya con pies firmes y seguros. Mumler, joyero de profesión, se había aficionado a este arte y quiso probar suerte pero aportando algo especial. Construyó una buena trastienda en su local y, en 1861 apareció frente a sus amigos para enseñarles algo sorprendente: un autorretrato que él mismo había realizado, y donde sin saber cómo, aparecía la forma de una mujer joven: su propia prima recién fallecida.
Dicha fotografía causó expectación en todo Boston, tanto es así que no tardaron en aparecer decenas de clientes en su negocio dispuestos a que, el fotógrafo de fantasmas, realizara lo mismo con ellos. Que les devolviera por un instante la imagen de sus personas queridas del más allá.
William H. Mumler vio así su oportunidad, y no dudó en cobrar dichas fotografías a un precio cinco veces mayor que el ordinario. Y nadie objetó ni una palabra. El resultado era más que tentador.
Su negocio fue todo un éxito. Se enriqueció y fueron muchas las personas que salían asombradas de su negocio llevándose su autorretrato acompañado por una sombra extraña, una sombra que la mayoría identificaba con la de un familiar. La fe era absoluta.
Un engaño bien elaborado:
Para muchos, el descubrimiento de Mumler resultó una revelación. Los argumentos del espiritismo parecían consolidarse al encontrar una forma de comprobar la existencia más allá de la muerte. Imagina la emoción de las personas al saber que sus familiares, a quienes creían haber perdido para siempre, los rodeaban todo el tiempo en su forma fantasmal. Quedaron tan encantados con esta idea, que simplemente rechazaron cualquier sugerencia de que podría haber algún truco detrás.
El Dr. Ammi Brown, un partidario de William Mumler, aseguró ante diversos periodistas que había examinado personalmente el dispositivo del fotógrafo sin lograr encontrar indicio alguno que sugiriera la existencia de un fraude. Por si fuera poco, agregó: “si estas fotografías, supuestamente imágenes de espíritus, son una estafa, se trata de un engaño que supera el ingenio de todos los prestidigitadores y nigromantes del presente y pasado”.
Después que algunos escépticos acusaran a Mumler de generar sus fotografías de fantasmas mediante una doble exposición en placas fotográficas, éste los invitó a que llevaran sus propias placas a los experimentos y, efectivamente, los espíritus seguían apareciendo en las placas reveladas. Mientras algunos fotógrafos reproducían el efecto fantasmal sobreponiendo dos negativos y revelándolos en la misma fotografía, aparentemente nadie era capaz de explicar cómo Mumler lograba lo mismo con una sola placa.
Fotografías, fantasmas y arte:
Estas fotografías eran algo digno de admiración. Un hombre llamado Luther Parks solicitó una de estas fotografías de fantasmas, en el resultado aparecía él y otra imagen más tenue de un hermoso espíritu femenino con una corona de flores sobre la cabeza. En otro trabajo, una mujer identificada solamente como “Sra. Snow” aparece junto a una imagen fantasmagórica de su hermano fallecido, quien sostiene un instrumento musical en sus manos (el hombre se había dedicado a fabricar estos artículos toda su vida).
En otro pedido, el “Sr. Taylor” solicitó una fotografía en la que su hijo, fallecido recientemente, apareciera sentado sobre una de sus manos (que sostuvo en el aire mientras se tomaba la imagen). Evidentemente, en la fotografía que Mumler entregó aparecía el espectro de un pequeño tan como lo había solicitado el cliente.
Sin embargo, en las fotografías de fantasmas no sólo aparecían familiares. En una de las fotografías de un “conocido ciudadano de Boston”, se manifestó la inconfundible imagen del recién fallecido estadista Daniel Webster. Y, aunque muchas de las imágenes fantasmales no eran fáciles de identificar, la mayoría se convencía de que en las fotografías aparecían familiares muertos.
(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: Daniel Webster)
Nadie sabía la técnica empleada por Mumler para lograr aquellas impresionantes fotografías. De hecho, otros fotógrafos de Boston buscaron la forma de reproducir la técnica empleando el mismo equipo, pero los resultados ni se aproximaban. Un reportero llegó a escribir un artículo desde que proporcionó su propia placa fotográfica a Mumler, pasando por la captura de la imagen, hasta la revelación de la misma. Al final, el resultado fue otra fotografía de fantasma. El reportero concluyó que la producción de estas imágenes de espíritus era un misterio, y que su realización era algo que ni la investigación del engaño o la filosofía tenían capacidad de responder.
Una mina de oro sobrenatural:
Sin embargo, Mumler no era el único de la familia que lucraba con lo paranormal. Hannah, su cónyuge, ofrecía sus propios servicios como médium y toda clase de curas para el cliente que lo solicitara. Esta mujer aseguraba haber canalizado en múltiples ocasiones al famoso médico Benjamin Rush, quien supuestamente le proporcionó diversas curas para una variedad de enfermedades. Por su puesto, el espectro de Rush junto a ella en las múltiples fotografías que le tomó su esposo consolidó su popularidad como psíquica.
A principios de 1863, las fotografías de fantasmas de Mumler ya eran famosas en América y Europa. El Photographic News, un popular periódico con sede en Londres que publicaba novedades sobre el mundo de la fotografía, llegó a reseñar el trabajo de Mumler. Advirtiendo el “considerable interés” que tenían con los fotógrafos, el editor agregó una nota con la posibilidad de que fuera un fraude.
Es cierto que Mumler se había formado una sólida base de seguidores, pero la Photographic Society of America rápidamente tomó una postura declarando que “los parecidos con espíritus son un fraude y un engaño grosero”. La contraparte británica respaldó esta decisión. En contra de Mumler también estaban escépticos prominentes, como P.T. Barnum (un artista circense recordado por sus célebres engaños en el mundo del entretenimiento). En 1866, Barnum publicó un libro titulado Humbugs of the World donde acusaba a Mumler de ser “puro humo”.
(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: La «Sirena de Fiyi» es uno de los engaños más famosos de Barnum)
El polémico juicio de William Mumler:
En abril de 1869, Mumler se presentó ante el juez Joseph Dowling con dos cargos de fraude y uno de robo menor. Según el fiscal, Mumler defraudó a sus clientes “mediante triquiñuelas y aparatos con falsas pretensiones, proporcionando ciertas tarjetas que aseguraba se produjeron por medios espirituales y sobrenaturales, aunque las generó con medios científicos y químicos de uso común por individuos dedicados al arte fotográfico”.
La parte conflictiva para el fiscal fue determinar si Mumler había cometido el fraude a propósito, aunque no quedaba duda alguna de que era responsable por inflar los precios de su trabajo. Sin embargo, aquel juicio se convirtió en una batalla de dos bandos: los que creían en el espiritismo y los escépticos. Y en medio de toda la polémica estaban las célebres fotografías de Mumler.
Ese era el primer juicio penal en el que unas “fotografías de fantasmas” se presentaban como evidencia. Así, los expertos en fotografía analizarían la forma en que Mumler las había creado para determinar si realmente tenía la habilidad de fotografiar el más allá. A lo largo de dos semanas, más de veinte imágenes pasaron por un riguroso análisis.
El testimonio de P.T. Barnum:
Resulta complicado resaltar los momentos más álgidos del juicio, pero sin lugar a dudas, el testimonio de P.T. Barnum figura entre estos. El consumado hombre de espectáculos era extremadamente hábil cautivando a la audiencia, incluso en un tribunal, y aprovechó esto para convencerlos de que las fotografías de Mumler eran un engaño.
(FOTOGRAFÍA SUPERIOR: P.T. Barnum y el general Tom Thumb)
Además, señaló que ninguno de los clientes de Mumler parecía haber manifestado curiosidad con que los fantasmas pudieran vestirse con la misma ropa que estaba de moda en la Tierra. Y es que, curiosamente, las prendas que portaban los supuestos muertos evolucionaban con las tendencias de los vivos, aunque llevaran muchos años bajo tierra. También hizo un recuento de su experiencia con Mumler y la facilidad con que podían falsificarse las imágenes.
El testimonio de Barnum cautivó a todos los presentes, incluida la prensa, por lo que el abogado defensor intentó restarle autoridad cuestionándolo sobre el tiempo que llevaba ganándose la vida con engaños. Barnum esquivó la pregunta hábilmente, y entonces lo cuestionaron sobre sus numerosos fraudes. Sin embargo, nada de esto tuvo efecto y Barnum bajó triunfante del estrado.
La conclusión del juicio:
Tras la exposición de toda la evidencia disponible, tanto la defensa como el fiscal cerraron con extensos argumentos que cubrían los pormenores de todas las cuestiones que surgieron durante el juicio. La culpabilidad de Mumler sobre el fraude ya había pasado a segundo término, y el debate parecía centrarse en el espiritismo, la libertad de religión, el beneficio que habían traído las fotografías de Mumler a los desconsolados clientes y la distinción entre creencia y verdad.
Al final, el juez Dowling concluyó que, si bien cabía la posibilidad de que Mumler hubiera engañado a sus clientes, no estaba en disposición de adjudicarle responsabilidad alguna con la evidencia proporcionada por los testigos. Así, determinó que no lo enviaría al Gran Jurado y lo dejó en libertad.
Mumler se cambió entonces de ciudad y siguió trabajando sin parar haciéndose eco de su habilidad para fotografiar fantasmas. En 1868 abrió un segundo estudio, esta vez en la ciudad de Nueva York. Todo un éxito.
Tanta era la fama que tenía que se le volvió a llevar a juicio, siendo el periódico New York Sun quien junto a la fiscalía, intentaron reunir pruebas para demostrar su estafa. Pero te sorprenderá saber que no consiguieron nada. Absolutamente nada. Tras unas semanas de testimonios y argumentaciones, el juez tuvo retirar los cargos contra Mumler.
Aquello tocó un poco su negocio. Tuvo que pagar un alto coste por sus abogados y, durante un tiempo, su negocio bajó un poco. Pero algo ocurrió un día… Por la puerta de su negoció apareció una mujer que habría de cambiar su vida.
Era una mujer que pidió discreción, y que conociendo sus dotes, solo le pedía que le hiciera una fotografía. Era el año de 1871, y a quien Mumler fotografió era ni más ni menos que a Mary Todd Lincoln, la viuda del presidente de los EE.UU., Abraham Lincoln.
Nadie supo cómo hizo aquello. Ninguna persona pudo desenmascararlo jamás. En especial cuando logró ofrecerle a la viuda de Lincoln, aquella fotografía en la que, efectivamente, salió junto a su esposo muerto seis años antes.
FDO: ANTONIO CENIZA
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